domingo, 6 de febrero de 2011

¿Jefes influyentes o directivos perversos?

Expansion.com/Expansion y empleo 03.02.2011

Montse Mateos


Tiene contactos, buena mano con los clientes y es un ‘crack’ cuando se trata de dirigir. Si su jefe cumple estos requisitos, enhorabuena trabaja bajo las órdenes de un directivo que le ayudará a crecer personal y profesionalmente. Pero cuando esa influencia se utiliza en beneficio propio, desaparece la virtud y a lo que se enfrenta todos los días es a un jefe perverso y egocéntrico capaz de destruir lo que encuentra a su paso para alcanzar sus objetivos.

El carisma, los valores y la ética son los ingredientes que cocinan a los jefes influyentes, esos seductores incorregibles capaces de vender hielo a los esquimales con sus ideas, convertir una caída de resultados de negocio en una aliciente positivo para trabajar con ilusión y que casi nunca necesita utilizar ni la amenaza ni el castigo para lograr que su equipo funcione.

Un jefe influyente es envidiado por sus iguales y admirado por sus colaboradores porque, como explica Gustavo Piera, presidente del Grupo CMR, "ayuda a su equipo y las personas que tiene a su cargo son conscientes de que les llevará por el buen camino y les echará una mano para crecer, aunque tenga que prescindir de alguno de ellos porque surge una buena oportunidad". Es sencillo reconocer a estos profesionales por su camaradería y su sano sentido del humor. No se cortan cuando se trata de explicar cómo hacer las cosas porque existe un motivo, una razón que ellos han detectado y se ocupan de dar a conocer con todo detalle para que no vuelva a suceder.

También Puri Paniagua, socia de Neumann, ha detectado las virtudes de este directivo modelo que "da instrucciones precisas dejando un espacio para crecer, influye en los profesionales y también les da un reconocimiento público a su trabajo. Tienen una prioridad, las personas y el beneficio de la organización, el resto es secundario". Ovidio Peñalver, socio director de Isavia, reconoce que es muy fácil seguir a estos ejecutivos porque no necesitan más que ser ellos mismos, sin tapujos, para lograr que "colaboradores y clientes les sigan por sus ideas porque son atractivas, novedosas y, también, porque despiertan la confianza, tienen una buena imagen pública y son cumplidores, dos valores que intentan trasladar a su equipo”.


De la influencia a la perversidad


Si llegado a este punto empieza a preguntarse dónde estarán esos dechados de virtudes y que su jefe dista mucho de cumplir alguno de esos requisitos estrella, quizá se encuentre ante la cara más oscura de la influencia: La perversidad. Y cómo para vencer al enemigo no hay nada mejor que convertirse en aliado, quizá le interese saber que muchos jefes que se jactan de tener un agenda repleta de buenos contactos, sólo los aprovechan en su propio beneficio. Peñalver dice que si el buen jefe piensa en que ganen los demás es un jefe ético: "Es lícito y lógico que un jefe líder quiera ganar y aprender con lo que hace. Pero cuando se hace desde la prepotencia y el egocentrismo, las cosas fallan. Es una manera de ser que no se puede ocultar".

Es lícito y lógico que un jefe líder quiera ganar y aprender con lo que hace. Pero cuando se hace desde la prepotencia y el egocentrismo, las cosas fallan. Paniagua asegura que esa actitud egoísta por querer controlarlo todo haciendo uso de una influencia perversa, "más que inseguridad denota una obcecación ciega en su beneficio personal. Lo que en realidad les preocupa es que el resto sean de su propia condición, por eso les ve como una amenaza". Este tipo de personajes ordenan, mandan y, como dice Piera, "si el liderazgo sano busca el crecimiento de los demás, este jefe se vale de los demás para crecer e influye en la gente dándole lo que quieren oír para crecer y que se conviertan en la catapulta que le haga llegar a lo más alto". Los buenos jefes saben que si los profesionales que hay a su alrededor crecen, eso les hará más grandes. El líder perverso sólo piensa en sí mismo, le ha costado llegar y nadie le arrebatará lo que se ha ganado, de una u otra manera.

Para aprende a controlar el ego de estos ejecutivos, Paniagua recomienda hacerles escuchar y ampliar su rango de visión. "Lo más complicado para un alto directivo es manejar a una persona influyente perniciosa pero muy buena en su trabajo. Venden muy bien los resultados y eso les hace grandes de cara a la galería. Es difícil que los de arriba se den cuenta de que no actúan con ética pero un mal clima laboral o una rotación elevada en su equipo son algunos detonantes que conviene vigilar. A la larga, este tipo de liderazgo puede destruir el buen ambiente y reducir los resultados".

Conclusión: Si tiene un jefe influyente mímelo y si, por contrario, la perversión llega unos límites insoportables… quizá debería plantearse un cambio de jefe o de empresa, porque hay actitudes que acaban contaminando todo lo que hay a su alrededor.